Cuando las crías de los animales acuáticos nacen, inmediatamente saben cómo nadar; es algo instintivo. El ser humano ha evolucionado para adaptarse y desarrollarse en el medio terrestre. A diferencia de otros animales, cuando nacemos no somos ni siquiera capaces de caminar en nuestro medio y necesitamos de varios meses de adaptación para empezar a valernos por nosotros mismos. A priori, se podría pensar que si ya nos resultó complicado aprender a desenvolvernos en nuestro medio natural, qué complicado resultaría hacerlo en un medio extraño para nosotros como es el acuático; pero no es el caso.
De hecho, cuando nos encontramos en el vientre de nuestra madre nos empezamos a desarrollar en un medio acuático: el líquido amniótico. Empezar a aprender a nadar en edades tempranas resulta casi instintivo para nosotros, pues estamos casi más acostumbrados a estar en el líquido materno que en el medio terrestre. Incluso, cuando un bebé se sumerge dentro del agua, posee un reflejo automático de cerramiento de la glotis que impide que ésta entre en los pulmones. Este reflejo se mantiene durante aproximadamente los 6 primeros meses de vida del niño, por lo que resulta de mucha utilidad a la hora de trabajar las inmersiones y bucear.
Sin embargo, a no ser que se cuente con una piscina con un tratamiento especial, no es recomendable realizar sesiones de matronatación con recién nacidos, ya que todavía no tienen su sistema inmune desarrollado por completo. En esta etapa tan temprana, bañar a nuestro bebé y dejar que disfrute en la bañera es más que suficiente; y además podremos comprobar que se siente "como pez en el agua".
Los bebés pueden empezar a ir a una piscina con su padres a partir de los 3-4 meses de edad. Eso sí, la piscina en la que se bañe el/la bebé debe tener unas condiciones algo distintas a las de las piscinas convencionales. Básicamente deben estar a mayor temperatura (32º-36ºC) y con menos cloro que en las piscinas normales de adultos. Las sesiones de trabajo deben ser cortas (20'-30) y lúdicas, de modo los bebés se queden con ganas de volver y asocien la piscina con momentos agradables, entretenidos y divertidos.
Hay que intentar que el niño/a sea lo más independiente y autónomo posible dentro del medio acuático. Evidentemente no vamos a dejarlo solo/a, pero tampoco dejaremos que pase todo el tiempo agarrado del cuello de su progenitor/a. Le facilitaremos los ejercicios tanto con nuestra ayuda como padres/madres como con materiales extra de flotación. Mucho cuidado cuando el niño/a empiece a tener autonomía y empiece a perderle el miedo al agua. Llegados a ese punto es necesario extremar la precaución y la vigilancia de nuestro bebé, ya que éste puede creer que ya sabe nadar y tirarse al agua sin previo aviso.
Aquí os dejo un reportaje que Canal Sur (televisión de Andalucía) nos hizo a mi queridísimo Dani (siempre en mi memoria) y a mí hace años, cuando trabajábamos juntos en la Piscina Universitaria de Fuentenueva (Granada) y cada sábado íbamos juntos a trabajar con los bebés:
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